domingo, 7 de noviembre de 2010

El pitu sobre (dos) ruedas, round two!

Como a algunos os mola y a mí también me gusta contarlo, os hago la crónica de nuestro viaje de este mes de octubre. Como algunos sabéis, nuestro objetivo era ir en bicicleta a Sikkim, un estado al norte de la India, y al este de Nepal. La primera parte era un poco más conocida por ciclistas, de la segunda no habíamos encontrado referencias previas. El viaje ha sido un poco complejo en gestiones, climatología, pérdidas de bicicletas, lluvias, barro, fronteras cerradas,... No hemos podido hacer la segunda parte del viaje, por dificultades con el tiempo, pero sí la primera, aunque sobre todo, el objetivo principal, que era pasarlo bien, lo hemos conseguido con creces.

La ruta prevista usaba como punto de referencia Darjeeling. Desde aquí haríamos un circuito por Sikkim, parte oeste y norte. Tras este circuito, de nuevo en Darjeeling, la idea era pasar a Nepal y llegar a Kathmandú por las carreteras o pistas más al norte posibles. Hemos ido cinco personas: Toya, Carmen, Vanesa, Jorge y un servidor. Aunque nos vimos un par de horas en Siliguri, en realidad nos juntamos todos en Darjeeling. Vanesa, Toya y yo, salimos en un vuelo posterior, por eso solo se perdieron nuestras bicicletas, que tras dos días de incertidumbre, nos alcanzaron en Siliguri.

Salir de Darjeeling en bici, es uno de los momentos más emocionantes de todos los viajes que haya podido hacer, con o sin bicicleta. Bajar casi dos mil metros hasta la frontera de Sikkim, un placer difícil de describir: las banderas de rezos budistas, el Himalaya frente a nosotros, los saludos de las mujeres con los cestos en la espalda recogiendo las hojas en los 'jardines de té', un tiempo perfecto, una naturaleza exuberante, y casi un mes por delante. Llegar a Sikkim (es una especie de Andorra del Himalaya) es como entrar en un reino prohibido, con un colorido arco de bienvenida en la frontera, que luego con los días comprobamos es una costumbre en muchos pueblos del pequeño estado.


Como dicen por ahí, de donde se saca y no se mete, el fondo se ve, o dicho de otra manera, si bajamos dos mil metros, pues habrá que empezar a subir alguna vez ¿no? Pues sí, el Himalaya tiene mucha cuesta, y el segundo día nos enteramos muy bien, ochocientos metros de desnivel, con una pendiente media del 12% y con picos de 24%, y sino que se lo digan a Vanesa, que se le dio la vuelta a la bicicleta en el último repecho. Aquí ya se definió el pelotón, Vanesa y Jorge formaron el partido radical, Carmen y servidor el partido moderado, y Toya Los Verdes. No sabíamos en este momento que ésta sería la peor cuesta de todo el viaje, así que pensamos que nos habíamos equivocado de viaje, y en vez de bici igual deberíamos haber traído el material de escalada. La realidad luego fue mucho más benigna. Muchos de los pueblos y ciudades en Sikkim, están en la parte alta de las montañas, en las laderas y en los collados principales, así, aunque efectivamente hay que subir hasta ellos, y suele haber un cuestonako importante (nunca como el del segundo día) una vez alcanzada cierta altura, la carretera se hace muy horizontal, y el camino se hace muy fácil. Se pedalea como en un balcón sobre profundos valles, mantenido la cota, o subiendo y bajando algunos cientos de metros pero con pendientes moderadas. Otro truco para manejar bien el tema de las cuestas es coger 'remontes' en puntos estratégicos... Un remonte suele tener forma de todo terreno, con una buena (o mala) baca. Quizás los números os dan una visión más objetiva: hemos ciclado unos 16000 metros de desnivel cuesta arriba, pero hemos bajado 25000 metros, el Himalaya tiene cuesta, sí, pero también hacia abajo. En distancia hemos hecho alrededor de 600 Km, tenemos que revisar los cuenta kilómetros aún.






Los cuatro primeros días por Sikkim, fueron geniales, con la única salvedad del robo de la bicicleta de Carmen de la recepción del hotel de Rabangla. Aunque al final apareció, se la había llevado un chaval al que la madre le calzó una buena manta de... nos hizo perder una mañana, con la consiguiente angustia durante la noche previa y hasta que apareció. La historia de su recuperación, quizás merecería una crónica específica, pues la clave para su localización, eso dice la mujer que la encontró, fue un futurólogo, que solo con el nombre de Carmen, dió pistas para la búsqueda de la bici. El caso es que tras pasar un par de horas en la comisaría y pedir que el tema no tuviera consecuencias para el chico, salimos de Ravangla a disfrutar de los casi 2000 metros de bajada de rigor.

Gantok, capital de Sikkim. Tenemos que contratar una agencia para que nos lleven a zonas en las que no nos dejan ir solos. En realidad creo que si podíamos, pero la necesidad de un coche de apoyo para ciertos 'remontes', la obtención de permisos en sábado que estaba 'cerrado', nos hizo contratar un coche y a Naone, un Sikkiniano muy majo, con cara de dibujo manga japonés, al que le hicimos la vida imposible entre nuestras bromas y la insistencia de usar la bici en distintos tramos. Aquí tuvimos nuestra primera decepción, pues uno de nuestros objetivos era subir a un lago que se encontraba en el llamado plateau tibetano (dentro de Sikkim) a 5000 metros, pero había que pedir un permiso con tres meses de antelación que por supuesto no teníamos. El tiempo además no terminaba de ser bueno, el buen día de la primera etapa, no lo habíamos vuelto a ver. A pesar de estar en las faldas del Kanchejunga (tercer 8000 en el ranking de altura), no había manera de verlo, todas las noches caían lluvias muy intensas, y por el día, muchas nubes. Bueno, estamos de vacaciones y el buen humor no falta. Siguiendo nuestra costumbre, enlazamos tres días seguidos de bajada, más de 3000 metros en unos 150 kilómetros, llegando de nuevo a Shintang, desde el cual, en 'remonte', subimos de nuevo a Darjeeling.

Viva el retraso del monzón!!! Lluvia constante, vadeos de medio metro, un chollo!


Naone...


Darjeeling mola, una ciudad colgada en la montaña, fundada por los ingleses (creo), en la que algunos edificios recuerdan a rincones de Escocia, con su tren de juguete, su monasterio budista flipante, su mercado, con la vista (cuando se vea) del Kanchejunga,....

Un pequeño contratiempo en las carreteras de Sikkim: corrimiento de tierra



Por cierto, en Sikkim han descubierto la verdadera causa de los accidentes de tráfico; "No cotillees. Déjale conducir"

Salimos de nuevo de Darjeeling, vamos a Nepal, mola un montón. Vamos por una de esas carreteras-balcón, manteniendo la cota, con unas vistas espectaculares. A nuestra derecha todo el Himalaya, a nuestra izquierda, 2000 metros por debajo, el Deccan, la India entera, plana como un cristal. Llegamos a la frontera, con intención de dormir al otro lado, a unos 10 Km, pero la frontera solo permite el paso de indios y nepalíes. No nos achicamos y sacamos nuestra mejor baza para las negociaciones difíciles: la sonrisa de Vanesa. Todas las estrategias usadas son inútiles: 'But we are not normal tourists, we are bikers', 'This man is in bad medical conditions, she is a doctor' (refiriéndose a un pequeño arañazo en mi rodilla y a Toya que es médico),... en resumen, para llegar al pueblo nepalí que estaba a 11 Km de distancia, tuvimos que hacer una vuelta de más de 100 Km, con una etapa nocturna preciosa, algo peligrosa pero preciosa, y otra de las mejores etapas que recordamos, bajando al dichoso Deccan, y pedaleando entre campos verdes, multitudes de ricshaws, gente por doquier, vacas,...

Estamos en Nepal, dormimos en uno de los peores sitios que he dormido en mi vida, pero los chavales que lo llevan son muy majos, eso sí. Venga vamos para Ilam... vaya mierda Ilam. Los chavales parecen sacados de una película de la mafia de los barrios bajos de Hong Kong, tenemos un pequeño lío con ellos (nos asustamos un poco), pero no llega la sangre al río, y nos 'remontan' a Phiding, donde empieza la parte más desconocida del viaje. Sigue lloviendo mucho por las noches, dicen que el calentamiento global hace que el monzón se retrase,... vaya usted a saber.

Salimos de Phidding, vamos a empezar a enlazar las pistas que nos deben llevar hasta Kathmandú, o al menos en esa dirección, pues está un poco más lejos de lo imaginado. La pista está impracticable. Se trata de un barrizal arcilloso, naranja, de ese que se pega a la bici, colapsa los cambios,... ¿qué hacemos? Nos quedan 10 ó 11 días para llegar a Kathmandú. Avanzamos un kilómetro, todo es igual. A lo lejos, se intuye que es igual ¿y sino? Según el mapa, hay más de 100 km hasta una carretera asfaltada. Si seguimos, empujando la bici, nos podemos meter en pocas horas en un pastel de cuidado, que nos obligue dar la vuelta, eso si no se rompe alguna bici antes, podemos perder el día intentando avanzar, pero sino se puede, luego habrá que perder otro en volver,... Estamos en un lugar que la única opción es seguir por esa pista o volver hasta el mismo Deccan, para rodear esta parte, con el peligro de volver a encontrar el mismo problema más adelante. Tras algunas discusiones, decidimos que hay que aprovechar los días que nos quedan de alguna manera, pues perder aquí dos o tres significa que luego no tenderemos días para casi nada. Nos vamos a Kathmandú.

Tras siete horas de autobús, estamos de nuevo en el llano. Los regalos de los viajes aparecen cuando menos lo esperas, y en esta noche cerrada, sin luces, ciclamos por una carretera oscura flanqueada por miles de luciérnagas volantes, es absolutamente mágico. 3:30 de la mañana, arriba, hay que coger el autobús de Kathmandú. Catorce horas después (sí, catorce) llegamos a Kathmandú, nos merecemos un capricho: Hotel Annapurna.


Mola un montón andar en bici por Kathmandú, especialmente por la noche, entre el caos de gente, de bicicletas, de motos, por entre los templos iluminados. No tenía ni idea que me iba a parecer tan bonita, en particular la parte de los templos y las calles aledañas. Permisos, más permisos, embajadas,... vámonos de aquí, vámonos a ver el Annapurna y el Dhaulaguiri, a recordar la historia de los franceses y su asedio a ambas montañas. Llegamos a Pokhara en coche, y desde aquí vamos hasta Mutinak en bici (bueno el último tramo en coche también). De nuevo tenemos cinco días seguidos de bicicleta, pasamos de los 1000 metros de Pokhara hasta los 3700 de Mutinak, con su templo que rebautizamos el templo de la risa, porque mucha gente se lo pasaba muy bien, y entre ellos nosotros (¿tendremos mal de altura?). De nuevo bajadas y bajadas.






De nuevo en Pokhara, intentamos vender las bicis (todas menos la mía, que la tengo mucho cariño) el negocio está cerrado, pero la imposibilidad de conseguir el dinero en euros o dólares, da al traste con el asunto. Toda la tarde perdida, empaquetamos a las tantas de la noche, pues mañana Vanesa, Toya y yo salimos en avión para Kathmandú, Carmen y Jorge se van de safari, no tienen prisa, pues siguen por ahí hasta navidad. La bici de Toya está en las últimas, este viaje ha sido demasiado para ella, y no merece la pena traerla de nuevo a casa, así que por uno más que módica suma, se la queda la dueña del hotel.

Y esto ha sido nuestro viaje, lo mejor, las risas diarias, la facilísima convivencia, algunas etapas, vivir como un vagabundo,... un, dos, tres, despierto.

Gracias maño! Hasta aquí Ignacio. El próximo capítulo ya estaremos solos Carmen y yo, de piruleo por Katmandu y más tarde, India. Pero eso será en el próximo tren, que ya estamos casi en Varanasi!

1 comentario:

Javier Atapuerca dijo...

Vaya, la verdad es que parece un magnifico viaje. Y todo en bici. Por esas zonas. Que moral y que valor. Aunque desde luego, por lo que contáis parece que compensa :-)